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isla de Corfú

isla de Corfú

Puntos claves para conocer en la isla de Corfú

 

Perouládes
 
Una línea de acantilados se asoma a las nítidas aguas de la costa norte, cerca del cabo Drastis.

 



Vlachérna
 
La vista de este monasterio emergiendo sobre un islote unido a tierra por una pasarela es una de las más famosas de la isla.





Corfú capital
 
La catedral de Agios Spyridion es el centro de las vistosas procesiones del 11 de agosto.





Spianáda
 
El antiguo campo de críquet británico, al pie de la Fortaleza Vieja, es hoy un parque con monumentos neoclásicos.





Sidári
 
La fuerza del mar y el viento han esculpido rocas de formas singulares, grutas y canales en este enclave del norte.





Playas de poniente
 
Las salidas en kayak o en barca de motor descubren calas como Chomoi, al pie de un acantilado. 





Paxos y Antipaxos
 
Estas islas situadas al sur de Corfú albergan un interior de olivos y una costa con rincones tan sorprendentes como el arco de Trypitos.





Los puntos clave del viaje
 
1 Corfú. Los principales atractivos de la capital son la Spianáda, el Liston, la Fortaleza y la iglesia Agios Spyridon.
2 Vlachérna. Un pequeño convento instalado en un islote.
3 Liapádes. Está cerca de las playas más bonitas del oeste.
4 Perouládes. Imprescindible por sus acantilados blancos.
5 Sidári. Tiene restos neolíticos y rocas de formas curiosas.
6 Lefkími. Una bonita localidad del sur rodeada de viñedos.
7 Paxos y Antipaxos. La visita a estas islas ocupa un día.

 


La sensual isla de Corfú
 
Corfú renace cada día como «cristal ardiente», en palabras del escritor Lawrence Durrell. Frondosa por sus bosques, campos de olivos, huertas frutales y cipreses, y refrescante por sus ríos, lagos y playas, la mayor de las islas Jónicas es una tierra donde los datos históricos se entrelazan con los míticos. Se la considera la isla Esqueria, en la que naufragó Ulises después de abandonar a Calipso. El largo dominio veneciano (1386-1797) se deja sentir en la arquitectura, la gastronomía y la amabilidad de sus gentes. La charme francesa y la elegancia británica, herencia de la primera mitad del siglo XIX, planean sobre la ciudad de Corfú, bellísima, culta y dinámica.
 
La antigua Korkyra es, con 40.000 habitantes, la capital de la isla. De buena mañana es el mejor momento para explorar las callejuelas y visitar la iglesia de Agios Spyridon, la catedral ortodoxa Panagía Spiliótissa y la catedral católica de San Jacobo, todas del siglo XVI. Hacia el mediodía es agradable sentarse a tomar algo en el Liston, una avenida porticada que queda encarada a la Spianáda, un gran parque junto al mar. Al final de esta explanada verde emerge el palacio de San Miguel y San Jorge (1824), que alberga el Museo de Arte Asiático, cuya colección está integrada por más de 10.000 piezas. A poca distancia queda el Museo Bizantino, con iconos y obras de la escuela cretense. Los restaurantes de la plaza Dimarchio o del Ayuntamiento ofrecen delicias corfiotas como el savoro, un platillo de pescado frito con romero y ajo. Tras tal ágape, es recomendable regalarse una siesta a la sombra o un descanso mientras se contempla el edificio del Ayuntamiento, una logia veneciana de 1663.
La tradición identifica la actual playa de Ermones con el lugar donde Ulises se encontró con Nausica
 
La imagen más arquetípica de la isla se encuentra unos kilómetros al sur de la capital, el blanco convento de Vlachérna. Este islote y la excursión en barca hasta el cercano Pontikonísi son un buen inicio a la ruta por el centro y el norte de Corfú, donde se despliegan bahías de ensueño. Paleokastrítsa es un área familiar con calas entre bosques que ofrece dos alicientes panorámicos: el Moni Paleokastrítsa, del siglo XVII, y Angelokástro, una fortaleza en ruinas del XIII. Cerca, Agios Giorgios Pagon es una bonita playa para practicar surf; y, antes de llegar al Cabo Drastis, en Perouládes, se amontonan unas calitas minúsculas con estrechas franjas de arena y arrecifes llamadas Logas.
 
La tradición identifica la actual playa de Ermones con el lugar donde Ulises se encontró con Nausica. Tendido sobre esas arenas, bajo la luz clemente, uno acaba creyendo en la verosimilitud del paisaje. Circulando por carreteras secundarias se accede a la apartada playa de los Mirtos, que toma su nombre del monasterio Myrtidiotissas, cuya terraza blanca queda colgada sobre el acantilado.
 
El monte Pantokrátoras (906 m) señorea el norte de Corfú. Antes de llegar al convento del mismo nombre y fundado en 1347, conviene rodear la montaña para sentir el latir tradicional de pueblecitos que nunca aparecen en las guías. Se pueden probar los vinos de Petaleia, Strinilas y Lafki, aldeas entre piedras y olivos, y la miel de Loutses. Admirar las huertas de Nimfes y Platonas, que ofrecen naranjas perfumadas y quinotos (naranjas enanas). Pasear por Paliá Perithia, que con sus torres venecianas es un lugar detenido en el tiempo. Y en el extremo norte, contemplar las rocas de Sidári y la laguna de Antiniotti con su pequeño convento.
 
Recorriendo este litoral de regreso a la capital aparece el pueblo de Kalámi, donde los hermanos Durrell pasaron la mayoría de veranos entre 1935 y 1939. Lawrence, entonces con 23 años, decía que «cada día es una brillante improvisación con la orquesta completa», la luz, el mar, los cipreses y los olivos plateados. Años después, Gerald escribió en Mi familia y otros animales: «huimos del triste verano inglés, como una bandada de golondrinas».



Los aficionados a los vestigios antiguos quedarán admirados en el Museo Arqueológico por el friso de Medusa (VI a.C), de cabellos sibilantes; o la zona de la Paleápolis, la Corfú corintia, con restos de templos y su museo-villa de Mon Repos, residencia veraniega construida por los británicos en 1824. Muy cerca de allí y ya fuera del recinto, perviven los restos del templo de Ártemis y de una basílica paleocristiana.
 
El sur se recorre mediante un nervio central que atraviesa la isla, dejando atrás la llanura de Ropa. Su alma rural, auténtica, puede degustarse en tres pueblos repartidos como piedrecitas en el camino: Sinarades, Agios Matheos y Perivoli, para finalizar en Lefkími. Un baño tranquilo en la playa de Alykes Lefkimis puede ser el premio por haber llegado casi al extremo de la isla.
 
La belleza marítima de Corfú se expande hasta las cercanas islas de Paxos y Antipaxos. Sus costas escarpadas y cuevas marinas aconsejan algún día de receso a bordo de un barquito, recalando a pocos metros. Paxos es una extensión de olivos, mientras que Antipaxos es un amable viñedo. Los pueblos de Gaïos, Lakka y Longos en Paxos, y las playas de Vrika y Voutoumi en Antipaxos son lugares de una calma que, en palabras del poeta griego Dionisios Solomós (1798-1857), se traduciría como: «no se escucha una ola en la playa desierta; que duerme el mar, dirías, en brazos de la tierra».